La mañana del 9 de agosto en el barrio Tabladita de Tarija comenzó con un estremecedor hallazgo: el cuerpo sin vida de Fernando C., taxista de la ciudad, yacía en plena vía pública. La escena generó alarma entre vecinos y una rápida movilización policial, ante la sospecha de una muerte violenta, sin imaginar que se trataría de una broncoaspiración.

Familiares del fallecido esperaron por más de dos horas la llegada del Ministerio Público para el levantamiento legal del cuerpo, mientras efectivos de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) y del Patrullaje de Acción Ciudadana (PAC) aprehendieron a cuatro personas señaladas como presuntos agresores.
Pero el giro en la historia llegó con el informe forense: preliminarmente la autopsia médico legal descartó la hipótesis de una golpiza letal. Fernando C. murió por broncoaspiración, provocada por el atragantamiento con un bolo de coca. No se encontraron lesiones que indicaran una agresión física mortal.
La detención de los presuntos agresores, ahora bajo investigación, pone en tela de juicio los protocolos de actuación en casos de muerte sospechosa. ¿Se actuó con premura? ¿Hubo exceso policial? Las autoridades continúan indagando para esclarecer las circunstancias del fallecimiento.
Mientras tanto, el barrio Tabladita permanece conmocionado. Lo que parecía un crimen brutal terminó siendo una tragedia inesperada, y el caso deja una lección clara: no emitir juicios sin pruebas oficiales, se espera un informe oficial de las autoridades.